En la madrugada del pasado 19 de noviembre, el barco Aita Mari logró llevar a cabo una operación de rescate en el Mediterráneo central, recuperando a 53 personas que se encontraban en condiciones extremas. La mayoría de estos rescatados son jóvenes y menores de edad, originarios de naciones como Eritrea, Etiopía y Sudán del Sur, que han sido afectados por conflictos que rara vez reciben la atención que merecen en los medios de comunicación.
La organización Salvamento Marítimo Humanitario ha reportado que, a pesar de la falta de respuesta adecuada por parte de los centros de coordinación de emergencias, la tripulación del Aita Mari no se dejó desanimar y decidió actuar de manera decisiva. Este hecho resalta la necesidad de que se tomen medidas más efectivas en la gestión de crisis migratorias en el Mediterráneo, un contexto en el que la burocracia muchas veces parece entorpecer la acción humanitaria.
Las condiciones en las que se encontraban las personas rescatadas eran alarmantes; se presentaban signos claros de deshidratación, mareos y un agotamiento severo. Además, se diagnosticaron varios casos de bronquitis, lo que indica que la exposición prolongada a los elementos, particularmente al frío, había tenido un efecto devastador en su salud.
El Aita Mari, tras realizar esta importante labor humanitaria, se dirige ahora hacia el puerto de Catania, en Italia, donde se espera que llegue antes de que se desate una fuerte tormenta. La situación plantea una vez más cuestiones sobre la búsqueda de un enfoque integrado y humanitario para atender a quienes se ven obligados a abandonar sus hogares en busca de una vida mejor.
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