El verano pasado ha sido uno de los más cálidos en la historia reciente del País Vasco, marcando el tercer lugar en la lista de los veranos más cálidos desde 1970. Este fenómeno climático ha sido particularmente evidente con la presencia de tres olas de calor que azotaron la región: la primera entre el 18 y el 21 de junio, la segunda del 27 de junio al 1 de julio y la más reciente entre el 10 y el 17 de agosto. Según revelan las cifras del Ministerio de Sanidad, el calor extremo ha tenido consecuencias trágicas, registrándose un total de 130 fallecimientos en la comunidad vasca debido a esta situación.

Al analizar los datos, se observa que un alarmante 69% de las muertes se han dado en la población mayor de 85 años, totalizando 90 fallecimientos. Además, el análisis desglosa las edades de los afectados, con 20 muertes en el rango de 75 a 84 años, ocho en la franja de 65 a 74 años, siete entre los 45 y 64 años, y una muerte registrada entre las personas de 15 a 44 años. Este desglose evidencia la vulnerabilidad de los grupos de edad más avanzada frente a las temperaturas extremas.

Desglosando los decesos a lo largo de la temporada, las estadísticas indican que 22 muertes se produjeron en junio, 12 en julio, 74 en agosto y 23 en septiembre. Este patrón resalta la gravísima preocupación en agosto, el mes más caluroso, que contribuyó con la mayoría de los casos fatales en comparación con los meses previos.

La anomalía térmica ha sido notable, con temperaturas que superaron en 1,6 °C la media histórica del periodo 1991-2020. Este verano se posiciona como uno de los más calurosos, solo superado por los veranos de 2022 y 2023. Lo más alarmante es que los fallecimientos vinculados al calor han prácticamente duplicado las cifras de muertes del verano anterior, donde se registraron 63 muertes a causa de las altas temperaturas. La escalofriante tendencia plantea interrogantes sobre la efectividad de las políticas de prevención y atención a las poblaciones más necesitadas en estos periodos de calor extremo.